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BREVE COMENTARIO A LAS CARTAS A LOS ROMANOS DE SAN PABLO
1. INTRODUCCIÓN.
1.1. LA
IGLESIA DE ROMA.
Roma, capital
del imperio, como su condición indica era una ciudad cosmopolita sujeta a las múltiples
influencias de su variopinta población (la
mayoría de otras regiones del imperio).
En esta ciudad de algo más de un millón de habitantes existía, ya por entonces, una floreciente comunidad cristiana, en la cual Pablo debía tener numerosos conocidos; también conocemos (por testimonios arqueológicos) la existencia de una numerosa comunidad judía asentada en uno de los barrios orientales de la ciudad. Debemos recordar que esta comunidad fe expulsada por el edicto de Claudio (49) , regresando a la muerte de éste.
El origen de la comunidad cristiana de Roma no esta
claro, pero lo que sí se puede afirmar es que el Apóstol
no la fundó; lo más probable es que fuese el resultado de múltiples
aportaciones de gentes de distintos lugares: Es fácil imaginar, que por distintos
motivos, llegasen cristianos a Roma, y que éstos fuesen agrupándose en torno a una
comunidad.
Es reseñable la tradición recogida por Eusebio de
Cesarea que habla de la presencia petrina en Roma durante los primeros años del reinado
de Claudio (41-54) , aunque no es segura. De lo que no cabe duda es de la presencia de
Pedro al final de su vida , en tiempos de Nerón (54-68), siendo martirizado en Roma
(Clemente Romano, Ignacio de Antioquía, Dionisio de Corinto etc).
Cuando el Apóstol escribe su carta (hacia el 58) Pedro
no se encuentra en la ciudad.
Sobre la composición de la comunidad de Roma, parece
fundamentalmente compuesta por gentiles (por los propios testimonios de Pablo).Pablo
saluda a los cristianos de Roma como gentiles y afirma que debe ir a Roma de
acuerdo con su deber como Apóstol de los gentiles. Esto no quiere decir que
no hubiese judíos débiles en la fe, pero constituirían una minoría dentro
de la comunidad cristiana de Roma.
1.2. OCASIÓN, FECHA Y LUGAR DE LA CARTA.
La carta sin lugar a dudas fue enviada desde Corinto. En
cuanto a la fecha parece más discutible, aunque toda la exégesis se mueve en un arco que
va del 55 al comienzo del 58.
La motivación de esta carta a los Romanos parece
compleja, existiendo diversas justificaciones: en principio parece que Pablo no tenía
intención de detenerse en Roma a ejercer el Apostolado, mas bien, la intención del
Apóstol podría ser la de una estancia breve, de paso hacia otras regiones Espero
veros al pasar, cuando vaya a España, y ser encaminado por vosotros, después de haber
gozado un poco de vuestra conversación (15,19-24); por tanto, la intención de
Pablo sería anunciar a los Romanos su visita de paso hacia España.
Con esto se aclaran más bien poco los motivos e
intenciones del Apóstol. La complejidad de los temas tratados en la carta y su
elaboración tan pensada, puede darnos la idea de que el motivo era algo más complejo.
Algunos exegetas han creído que la carta estaba
dirigida a solucionar determinadas problemas con los judaizantes , y que Pablo, con esta
misiva intentaría solucionar a la manera que ya lo había hecho en Gálatas. Otros
piensan que podría tratarse de una apología de su evangelio, o bien que se trate de la
actuación lógica de Pablo ante su proyectado viaje a Occidente, en el cual la capital
del imperio serviría de base de operaciones; incluso algunos sugieren que Pablo sólo
dirigiría técnicamente la carta a Roma, teniendo la vista puesta en su próxima visita a
Jerusalén con el objeto de llevar el fruto de una colecta. Fuese como fuese, la carta se
centra en un problema teológico de gran densidad: la salvación de los judíos y no
judíos, siendo la justificación por la gracia el modo propio de entender el Apóstol la
buena nueva de Cristo.
1.3. CONTENIDO Y DISPOSICIÓN DE LA CARTA.
Con respecto a la estructura de la carta, a for de ser sintéticos, nos remitimos al artículo de J.M Cambiers sobre la carta a los romanos.
Cuando Pablo escribe esta carta lleva más de 20 años
de apostolado, por tanto, se trata de una carta meditada que muestra la maduración
teológica y doctrinal de la concepción paulina después de haber sufrido en carne propia
los desencuentros y diferencias entre el judaísmo y el cristianismo.
El tema fundamental es la nueva concepción de la
salvación, nacida por la obra salvífica de Cristo, el cual inaugura una nueva economía
salutis. De este modo Pablo nos señala, mutatis
mutandis, que la ley mosaica, ya no es el medio adecuado para la salvación de la
humanidad; por tanto, desde la venida del Hijo de Dios la ley ha quedado abrogada, siendo
el Evangelio la clave de la salvación
(Cristo mismo). La ley fue dada por Dios a Israel como algo transitorio en el curso de la
pedagogía divina, de modo que pudiera ser sobrepasada por una ordenación salvífica
futura (la encarnación, su pasión, muerte y resurrección). Además, los judíos, en su
mayor parte, se han autoexcluido de esta nueva economía (promesa) al no reconocer la
plenificación salvífica en Cristo.
La carta se divide en dos partes: una más dogmática
(1-18-11,36) y otra moral (12,1-15,13).
Algunos exegetas muestran serias dudas sobre los
capítulos 15-16) pertenezcan a esta carta, dándola por terminada en el 14 (de hecho
algunos códices antiguos omiten los mencionados capítulos). Algunos han adscrito el
capítulo 16 a una carta paulina escrita en Éfeso, ya que el saludo para Priscila y Áquila, así parece indicarlo.
Por lo demás, parece que la mayoría de los exegetas
están de acuerdo en la autenticidad del capítulo 15 debido a la unidad lógica y
estilística con el resto de la carta. Tampoco presentaría problemas el c.16 por el tema
del saludo, ya que Priscila y Áquila podrían haber vuelto a Roma.
La doxología final ofrece mayores dificultades,
habiendo algunos manuscritos que la omiten, otros la colocan al final cc 14-16,
repitiéndola dos veces algunos.
Muchos exegetas modernos cuestionan la autenticidad de
esta doxología final, exponiendo la idea de una posible adición posterior de origen
litúrgico o unida a la formación del corpus paulino.
Sin embargo, no parecen existir motivos
suficientes para dudar de la autenticidad de la doxología, ya que como era natural se
encontraba colocada al final del c16 en la mayoría de los códigos. La alteración
sufrida en otros códices pudo ser herencia de la natural eliminación de esta doxología
en los leccionarios para uso litúrgico, siendo en algunos casos omitida totalmente y en
otros trasladada(debido a su importancia doctrinal) a los cc14 ó 15.
2. RESUMEN DE LOS OCHO PRIMEROS CAPÍTULOS DE LA
CARTA A LOS ROMANOS .
2.1. INTRODUCCIÓN: SALUDOS Y ACCIÓN DE GRACIAS.
( 1,1-15)
Pablo empieza la salutación, recordando a la comunidad
de Roma sus títulos como apóstol; de esta manera se proclama como doulos (siervo),
título tradicional del AT utilizado para
designar a aquellos judíos dedicados de modo especial al servicio de Dios (profetas).Este
siervo de Cristo Jesús aludiría, en el caso de Pablo, a su particular condición que
aclarará poco después: Llamado al Apostolado, elegido para predicar el Evangelio
de Dios.
Parece extraño que después de su nombre y estos
títulos paulino no nos encontremos hasta el v7 con los destinatarios de la carta y el
saludo de rigor, pero si tenemos en cuenta el estilo paulino la cuestión parece más
comprensible.
Del v2-7 la idea principal esta centrada en Jesucristo,
siendo dos sus afirmaciones fundamentales: a)es hijo de David; b)es hijo de Dios. La
primera afirmación no crea mayores problemas, pero la segunda si que ofrece algunas
dificultades de orden exegético.
Pablo expresa esta segunda característica de Jesucristo
mediante una expresión teológicamente más compleja: Constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad a partir de
la resurrección de los muertos, Jesucristo nuestro Señor (v4)
Es evidente, que este texto nos recuerda, al menos en
parte, los problemas sobre la divinidad de Dios y la filiación divina que plantea Pablo
en Flp 2,6-11; es decir, ese constituido en poder, se refiere a Jesús o se refiere a Dios
que muestra su poder rescatando a su hijo de la muerte, exaltando y glorificándolo. En
cuanto a según el Espíritu de santidad, parece ser que el Apóstol , al igual que
la primitiva comunidad cristiana, entendían la efusión del Espíritu (prometida en Hch)
como formando esencial parte de la exaltación de Cristo; de hecho, el propio Pablo en la
misma epístola que nos ocupa, señala
como
el E.S es el principio vivificador traído por Cristo que nos llevará a la resurrección
de los cuerpos.
En el v7 nos encontramos Llamados santos , que
estáis en Roma .Está expresión no significa que todos los miembros de la
comunidad cristiana fuesen santos, sino que la expresión era una designación corriente
entre cristianos para enfatizar la elección por parte de Dios; es decir, que el sentido
correcto de la acepción sería los llamados
a ser santos por vocación.
Por último el Apóstol de los gentiles cierra la
salutación con una formula corriente en sus cartas, que había sido creada, al parecer,
por él.
Prosigue Pablo (1,8-15), con una formula literaria
común en la antigüedad clásica: la archiconocida (Hch)
Captatio
benevolentiae (elogio de los fieles de
Roma) .Esta formula a mitad de camino entra la cortesía y la captación de la simpatía
del receptor de la misiva es utilizada por Pablo para resaltar el interés que siente por
la comunidad cristiana de Roma (lo mismo en todas la cartas a excepción de Gálatas,Tito y la primera a Timoteo).
Del v8-15 Pablo manifiesta a la comunidad de Roma la
buena reputación de su fe Vuestra fe es conocida en todo el mundo , que les
recuerda de manera constante en sus oraciones Suplicándole siempre en mis oraciones,
y su deseo de visitarlos lo más pronto posible Se me allane el camino para ir a
veros.
A partir del v13, a pesar de su costumbre de no meterse
en corral ajeno (en el sentido de la predicación), Pablo desea compartir con ellos los
frutos de su predicación Para consolarme con vosotros por la mutua comunicación de
vuestra fe (v12); pero debido a su misión se ha visto impedido para realizar esta
visita pastoral, aunque está dispuesto, en función de la coherencia de la misma a Evangelizaros
a vosotros los de Roma (v15).
2.2. PROPOSICIÓN DEL TEMA. (1,16-17)
Pablo, con escueta y certera brevedad y concisión
expone el tema central que va a desarrollar en la carta.
Pablo, repitiendo un leif motiv de su predicación
La locura que es el Evangelio para los
sabios (visto desde la imperfecta sabiduría humana, nos señala Pues no
me avergüenzo del Evangelio, e incluso se atreve a predicarlo en Roma, centro de
las variopintas ideas filosóficas y culturales.
A continuación Pablo ofrece una definición excelente
de Evangelio Poder de Dios para la salud de todo el que cree . Mediante esta
definición nos trata de comunicar tres cuestiones importantes: a) El Evangelio es un
instrumento del que Dios se sirve para otorgar la salud a los hombres; b) Que esta es obra
de la justicia de Dios (concepto difícil desde el punto de vista teológico), siendo
ofrecida a la humanidad toda; c) Para la
obtención de la salud prometida es necesaria la fe Según esta escrito.
Aunque sería necesario definir estos cuatro conceptos
fundamentales en la teología paulina (Evangelio,salud,fe,justicia de Dios),en aras a una
mayor brevedad sólo nos ocuparemos,en razón de su mayor dificultad, del término
justicia de Dios. Pablo nos señala que en el Evangelio se revela la justicia de
Dios (v17).El problema consiste en descubrir cual es el sentido de esa justicia, a
que tipo de justicia se refiere Pablo (vindicativa,salvífica,vindicativa,distributiva
etc),dónde está esa justicia (es un don que pertenece al hombre o una atributo divino en
exclusiva) etc.
Para unos estudiosos la justicia de Dios sería aquel
atributo inmanente a Dios por el cual Dios es justo; para otros sería una especie de
cualidad en el hombre, que se llamaría justicia de Dios por proceder de Dios, es decir,
ser un don de Dios con el cual el Padre justifica al hombre (gracia santificante). Incluso
algunos exegetas, colocándose en un territorio intermedio, han afirmado que el término
en Pablo tiene un sentido comprensivo. En general todas las interpretaciones sobre el
particular deambulan entre la justicia de Dios como justicia comunicada al hombre o como
atributo divino.
En general, parece más apropiada una actitud abierta
que no clausure el problema dentro del término mismo, sino que halle una correcta
comprensión de esta justicia de Dios en
relación con otros conceptos fundamentales de la teología paulina como la fe y la salud;
es decir, la justicia divina es incuestionablemente un atributo de Dios (ver al Aquinate
en su reflexión sobre los atributos de Dios), pero esta deslindada de la propia esencia
divina (de la vida intratrinitaria) sufre un proceso de extrañamiento (que diría Hegel)
involucrándose en la historia humana bajo la forma de historia salutis. Por tanto, desde
la óptica de la economía de la salvación (economía trinitaria) esta justicia de Dios,
al convertirse de manera operante (especialmente desde la plenificación revelacional) en
justicia salvífica tiene unos concretos efectos en el hombre. A ésto Pablo lo llama la
justificación por la fe.
No obviamos que esta interpretación de la justicia de
Dios imbricada en la nueva economía salutis tiene sus peligros, pero pensamos que
interrelaciona mejor los conceptos fundantes
sobre los que el Apóstol establece su prédica.
2.3. LA CONDICIÓN PECADORA DE LOS PAGANOS Y DE LOS
JUDÍOS. (1,18-3,20)
En 1,18-23 Pablo nos presenta el estado ruinoso en el
que se encuentra la humanidad. De esta situación no se libran ni los paganos ni los
judíos (como cabría pensar por ser los primeros en el orden de prelación de la promesa
divina).Todos se hallan bajo el poder y el
peso del pecado. Sobre los hombres injustos y pecadores se revelará la justicia vengadora
de Dios, teniendo esta su apoteosis en el juicio final, pero siendo esta operante ya en la
historia humana, castigando a los impíos de varios modos.
Pablo distingue dos etapas en el pecado y la
degradación de los gentiles: a)el origen del mal (18-23); b) la degradación y
corrupción a la que habían llegado los gentiles (24-32).
La primera de estas perícopas Pablo insiste en una idea
ya conocida por Hch (discurso del Areópago)
y en general por toda la primitiva Iglesia:
los gentiles , a pesar de la revelación positiva concedida al pueblo judío, han conocido al creador a través de la revelación
creacional. Tanto su eterno poder como su divinidad, se dejan ver a la inteligencia
a través de sus criaturas (v20), pero este conocimiento, un tanto parcial, a
través de las criaturas no ha tenido consecuencias prácticas para la vida de los
paganos, sino que Trocaron la gloria de Dios incorruptibles por la semejanza de la
imagen del hombre corruptible (v23), es decir, han negado ha Dios el culto
debido, desviando su inteligencia hacia lo efímero y falso, confundiendo la auténtica
sabiduría con la sabiduría mundana y pasajera.
Las diatribas contra la utilización de las facultades
intelectuales en menesteres que alejen al hombre de Dios y su culto, no es un tema nuevo,
sino de raíz veterotestamentaria; de la misma manera que en la posibilidad planteada por
Pablo del conocimiento de determinados atributos de Dios (en este caso divinidad y poder)
a través de las facultades cognitivas del hombre por medio de la obra de la creación
resuenan los mismos ecos del AT.
Recordemos que no hay que magnificar las virtualidades
de la revelación natural, a pesar de
lo dicho en el Vaticano I, ya que la pedagogía
divina presta a los hombres un salto cualitativo en la revelación histórica, y una nueva
oportunidad para la salvación en la plenificación revelacional de Cristo (además, sí
aquellos a los que Dios se les reveló doblemente pecaban por la ley, no podemos pedir
peras al olmo).
En la segunda perícopa, Pablo, haciendo patente su
educación rabínica y su internalización de determinadas costumbres de la tradición
judía, critica determinados comportamientos sociales (sexuales) de los paganos, pintando
un cuadro de extrema degradación.
El Apóstol parece centrar los pecados de los paganos en
dos fundamentales: unos contra la naturaleza y de impureza (24-27), y otros, más
generales (bastantes más graves desde nuestra preconcepciones culturales y morales) que
pervierten el sentido moral (28-32). También Pablo de manera general, en todos los
versículos anteriores, va señalando la idolatría como la consecuencia subsiguiente al
no haber dado el culto debido a Dios, siendo esta cuesta abajo en la rodada (moralmente
hablando) la lógica secuencia (pecado/castigo) de su impiedad en el reconocimiento del
Dios único (unitrino mejor dicho).
Nos encontramos en el v24, al inicio de la segunda
perícopa, una frrase teológicamente relevante y que debe ser interpretada con las
debidas cautelas Por esto Dios los entrego a los deseos de su corazón.
Sabemos por la doctrina y la teología que Dios no es tentador de cosa mala. Por tanto, el
pecado nunca puede ser achacado a la voluntad divina, y menos a una intervención positiva de la divinidad , ya
que sería poner en cuestión la santidad del tres veces Santo.
Los judíos (2,1-11), También son culpables (aunque en
esta perícopa el autor no se refiere nunca explícitamente a los judíos), pero todos los
exegetas asumen que este personaje imnominado es un recurso literario para referirse a los
judíos, que ya aparecen nombrados a partir del v 17. Además, determinadas expresiones
similares, con las que Pablo suele dirigirse al pueblo judío aparecen en este texto.
Pablo, ahora, aplica los mismos argumentos y apelativos
que antes había aplicado a los paganos sobre el estado ruinoso de una humanidad
necesitada de acoger con urgencia en su corazón la nueva oportunidad salvífica.
Los judíos, como su tradición sugiere, no aprueban los
vicios sexuales de los paganos; es mas, los condenan sin paliativos, por ser contrarios a
la Ley. Esta es la situación de autocomplacencia que Pablo condena en los judíos: la
falsa seguridad ante una ley sobrepasada por los acontecimientos salvíficos mostrados en
la plenificación revelacional de Cristo. El rechazo judío, y la hipostasiación de la
Ley, no les ha permitido salir de su estado lamentable, siguiendo sumergidos en el
señorío del pecado.
Esta es el nudo gordiano del pecado de los judíos y los
gentiles: no reconocer a Dios el culto debido (tampoco la plenificación
revelacional).Todo lo demás es una consecuencia de lo anterior.
Pablo certifica que de acuerdo a sus obras serán
juzgado, tanto judíos como gentiles en el día de la ira. (esto evidentemente plantea
problemas graves con la concepción paulina de la justificación de la fe que no podemos
desarrollar por falta de espacio). Esta
afirmación de la retribución según las obras como principio universal debe ser conciliada con la propia justificación
por la fe, explicando esta en un doble movimiento que colocaría la gracia santificante
dependiente de Dios (gratuitamente dada por el Espíritu) en primer lugar, siendo
cronológicamente lo segundo la práctica y
la habilidad en el bien que el hombre no realizaría sin la ayuda de esta gracia que
justifica al hombre de manera gratuita .
Prosigue Pablo con su diatriba contra los judíos
introduciendo elementos concretos: la ley (12-24) y la circuncisión (25-29). Ley y
circuncisión suponían dos elementos fundamentales de la religiosidad judía, mediante
los cuales los judíos creían garantizada su salvación.
Los judíos habían reducido su religión a meras
consideraciones externas, que poco afectaban a un cambio radical en la vida y el
comportamiento de los hombres (rectitud interior).
En los
v12-16 Pablo, conectando lo ya dicho en el v6, señala que judíos y gentiles serán
juzgados por las obras, con la única diferencia de que los primeros lo serán por la Ley
mosaica dada por Dios, y los segundos por la ley natural impresa en sus corazones.
Pablo (17-24) acusa a los judíos de quebrantar la
propia Ley que Dios les dio en el pasado, a pesar del conocimiento explícito y la alta
estima que el pueblo judío hace de ella exteriormente.
En el v22 aparece
una frase: te apropias de los bienes del templo, que resulta de difícil
interpretación. Algunos piensan que Pablo se puede estar refiriendo con esto a la común
acusación, recogida por Flavio Josefo, según la cual los judíos saquearían
frecuentemente túmulos funerarios paganos,violando de este modo uno de los preceptos de
la ley.
En los v25-29 trata el autor de la circuncisión. Pablo
insiste en que esta forma un todo con la ley, y que si esta no se practica la
circuncisión se convierte en un signo exterior. En este sentido los paganos que se dejen
guiar por la ley natural impresa en su corazón (coincidentes con la ley mosaica),
podrían llamarse más circuncisos que los
judíos, perteneciendo más al auténtico Israel , que juzga según las obras y no según
las apariencias externas(recordemos la equiparación implicita que ya Pablo había
realizado entre la ley mosaica y la ley natural. Esta concepción revolucionaría para los
judíos posibilitará al Apóstol, más adelante para reclarmarse los cristianos los
legítimos herederos de las promesas de Israel.
Pablo a partir de 3,1-20, trata de responder a Dios
varias cuestiones e interrogantes que han surgido al hilo de sus anteriores explicaciones:
a) Dios habría sido infiel a la promesa dada al pueblo judío; b)Dios es injusto al castigar a aquellos que dan a
conocer sus perfecciones; c) cuanto más se
peca mejor, ya que esto da lugar a la misericordia
divina.
La respuesta paulina es sintética y contundente a la
primera cuestión . Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea un mentiroso.
En cuanto a la segunda y tercera (ambas íntimamente conectadas) interrogante, el Apóstol
contesta también con un escueto:
¿Cómo podría Dios juzgar al mundo? Es decir, la justicia de Dios se demuestra en
que Dios es juez universal, por tanto, sería una contradicción interna que el mismo
fuese injusto (la justicia de Dios es un atributo divino en grado absoluto y bajo la
modalidad del pleno). De aquí se deriva que nos resulte inadmisible (casi un paralogismo)
la aceptación de la acusación a Pablo sobre la bondad de la práctica del pecado. Esto
equivaldría a afirmar que el propio Dios desea que pequemos para acrecentar su bondad,
manifestada bajo la forma de su misericordia (perdón de los pecados).
El v6 cierra esta perícopa con un inequívoco ¡Bien
merecida tienen esos tales su condenación¡. Vemos como Pablo rechaza frontalmente
un argumento que haría recaer en Dios el deseo, la causa y la motivación para que el
hombre peque, de modo que la propia justicia (en cuanto a atributo divino) de Dios
estaría en entredicho, no siendo posible por parte de este un ecuánime juicio al final
de los tiempos fundamentado en las obras de los hombres (como el propio Pablo ha indicado
con anterioridad). Las consecuencias doctrinales y teológicas de haber sido aceptado este
desvarío hubiesen sido catastróficas.
A partir
del v9 Pablo, después de despejadas (bote pronto) las anteriores acusaciones (muy graves)
que pesaban sobre su doctrina, asume contestar una cuestión de cierto peso para la
universalidad del anuncio y la comprensión del cristianismo por parte de los judíos
¿Tenemos ventaja los judíos? (v9).El Apóstol matiza su respuesta señalando
que los judíos aventajan a los gentiles, pero no en todo. Siguen en pie las prerrogativas
ya dichas por Pablo en el v2 , pero toda la
humanidad (cosa que ya había quedado clara en su diatriba contra gentiles y judíos)
está bajo el poder del pecado. Como prueba de lo dicho Pablo cita una serie de textos del
AT que es posible que ya estuvieran agrupados en este orden formando una especie de
florilegio (Salmos e Isaías). Estos textos le sirven de prueba suficiente para demostrar
que los judíos se encuentran en las mismas condiciones que los gentiles, en lo tocante a
la justificación ante Dios (v19)
En el v20 Pablo afirma explícitamente una de sus tesis
fundamentales: Nadie alcanzará la salvación divina por el cumplimiento de la ley
.Efectivamente, las obras de la ley no bastan para justificarnos ante Dios pues lo que ha
hecho la ley es hacernos consciente de la violación de un precepto concreto, pudiendo
señalar esa conducta como pecado, y la consiguiente punibilidad de la misma El
papel de la ley era hacernos experimentar el pecado (Ibíden). Esta norma externa de
conducta, por tanto, no puede convertirse en principio de justificación.
3.4. LA REVELACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS A TODOS
LOS HOMBRE EN CRISTO. (3,21-31)
Este pasaje ha sido designado muchas veces como la pieza
clave de la teología paulina. Es, sin ningún género de dudas, la exposición más
completa que realiza nuestro autor del misterio redentor de Cristo.
El pasaje se articula en dos partes: a) presenta la
tesis ya aludida, teniendo su punto central en el v24 Dios salva gratuitamente por
su bondad en virtud de la redención de Cristo; b) se despliega en una serie de
preguntas y respuesta que recuerda a la diatriba socrático-estoica (que será muy
utilizada por la patrística) con su estilo rápido y cortante. En esta segunda parte
Pablo deducirá las consecuencias de lo dicho en la primera parte.
Pablo retoma el tema de la fuerza salvadora de Dios,
prácticamente con el mismo tenor literal que Rom 1,16-17; es decir, el Apóstol reafirma
que es ahora en esta nueva economía salutis inaugurada por Dios por medio de la
redención traída por su hijo (en el supremo acto de amor que es su muerte y su
resurrección) cuando todos serán justificados. Lo mismo que el pecado afectó a judíos y gentiles Todos pecaron y
todos están privados de la gloria de Dios, ahora, por lo ya dicho, todos serán
justificado (judíos y gentiles) no en premio a las obras de la ley con
independencia de la ley (v21) , sino por la fuerza de la fe en Jesucristo.
Es importante destacar las relaciones entre justicia
de Dios y la justificación por la fe, en parte, al hablar sobre este
primer concepto, ya hemos contestado en parte a
esta cuestión y a ello remitimos; pero si explicitaremos algo sobre las relaciones de
este concepto con el de la justificación: ya habíamos señalado con claridad meridiana
como la justicia a la que se refería Pablo, al menos en cuanto inmersa en la nueva
economía salutis, se había hecho operante y eficaz en la vida de los hombres. Por esta
circunstancia Pablo puede afirmar: A fin de mostrar que es justo y que justifica a
todo el que cree en Jesús (v26).Vemos como la justicia (salvación) justifica al
justo, siendo esta justicia reservada para el tiempo del Evangelio de Cristo que ahora
predica Pablo. Los tiempos pasados dominados por el pecado, ya han pasado. La ignorancia y
la ignominia de las naciones y los hombres hoy puede ser sobrepasada gracias a la obra salvadora plenificada en Cristo (en la historia
salutis hay un antes y un después) . La justificación por la fe da fuerzas al cristiano
(gracia santificante) para recoger los frutos de la salud derramada por la obra redentora
de Cristo.
El Apóstol resalta que nuestra justificación proviene
gratuitamente de Dios; es un don concedido por este en aras al inmenso amor que tiene a su
criatura y no debida a los escasos méritos que una voluntad humana dañada puede
realizar. Por tanto son tres los elementos que destaca nuestro autor en esta nueva
situación: universalidad del ofrecimiento divino, gratuidad mediante la fe en Cristo, y
la pasión muerte y resurrección como medio para nuestra redención (perdón de los
pecados, rescate costoso).
En la segunda parte Pablo saca dos consecuencias
fundamentales de la anterior exposición: el hombre no tiene nada de que vanagloriarse,
excluir todo individualismo y conquista particular (del Adán de siempre) de la
justificación.
La salvación proviene de la fe, que es en sí misma un
don, don concedido por Dios (universalmente) para justificación del hombre. Esta
expresión de la sola fe ha dado lugar a no pocas polémicas. Podemos observar como en la
naciente teología paulina no se explicita y tematiza de manera exhaustiva cual es la
posición concreta de las obras (moral) con respecto a la salvación. De hecho en algún
párrafo de algún texto parece que la vida moral tiene un peso definitivo con relación a
nuestra suerte en el juicio final, pero en otros lo decisorio y definitivo para nuestra
salvación viene de Dios. Por tanto, esta tesitura coloca el tema de la libertad humana y
la voluntad como colaboradora de la obra de Dios en una situación compleja que, en
nuestro caso, sólo dejamos enunciada.
El particularimo judío, con sus fuertes señas de
identidad y su comprensión como pueblo elegido, representaba un escollo para la nueva
situación de la naciente Iglesia. Pablo, en este sentido, reafirma la unidad y universalidad de la oferta salvífica divina
Ya que uno solo es el Dios que salva a cuantos tienen fe (v 30), predicada
por la Iglesia de Cristo.
En el v 31 concluye Pablo el texto con una pregunta:
¿Podríamos colegir de lo dicho que la ley sea inútil?
La contestación de Pablo es taxativa: no, pero
evidentemente la ley (Ley mosaica) ocupa a partir de la justificación por la ley paulina
una posición bastante más arqueológica , o a lo más de un cierto interés en su envés
moral y pedagógico. La Ley, como ya hizo
Jesús en lo sinóptico es sobrepasada no por su anulación absoluta, sino por su
auténtica dimensión comprendida esta desde la plenificación revelacional en el
Nazareno.
2.5 EL EJEMPLO DE ABRAHAM JUSTIFICADO POR SU FE.
( 4,1-25)
En 4,1-12 Pablo, siguiendo con su táctica anterior
(proveniente de cierta exégesis rabínica) de justificar lo dicho mediante ejemplos
probatorios del AT, nos señala la historia de Abraham (ciclo de los orígenes).
Los judíos habían interpretado lo sucedido con el
patriarca en función de los méritos, esfuerzos y fidelidad de este hacia Dios. Esta
interpretación le parece a Pablo sesgada y falsa; para ello utilizando Gn 15 nos muestra
un Abraham que es acogido por la amistad divina en función de su fe no de sus méritos.
Podemos dividir el capítulo en cuatro tramos: el
primero de ellos (v4-8) nos encontramos las antítesis fe/obras, favor/deuda, de ellas se
sirve Pablo para resaltar la gratuidad de la amistad divina. Las obras-recompensa no son
lo pertinente en la relación con Dios, sino que lo decisivo es la fe-gracia. Con ello
Pablo escapa de una teológica (muy primitiva) del mérito, afirmado la absoluta gratuidad
de la salvación ofrecida por Dios a Abraham (el hombre no puede con sus actos manipular a
Dios, ni Dios quiere mangonear a este a través de sus favores o dones)
La segunda parte del capítulo tiene como tema principal
la ineficacia de la circuncisión para la consecución de la salvación. Pablo emplea como
prueba de esto una argumentación histórica: el patriarca no era aún circunciso y fue
salvado por Dios y convertido en Padre de naciones para extender la Alianza que Dios
había realizado con él; por tanto el rito de la circuncisión, aunque pudiera tener
algún valor simbólico (sobretodo para los judíos), no añade nada a la salvación
(fe/gracia).
La salvación depende de la fe, siendo esta en la
historia salutis un movimiento que depende de Dios (en su oferta de salvación universal)
, pudiendo ser acogida o no por el hombre. Por tanto, lo fundamental para un cristiano es
la exigencia de la fe.
La tercera parte de este capítulo lo constituyen los v
13-17. Ahora el interés del Apóstol se centra en el tema de la promesa. Dios ha
realizado a Abrahán y su descendencia una promesa. Esta promesa va a ser interpretada por
Pablo en clave mesiánica.
La Ley no jugó ningún papel decisivo en la promesa
hecha a Abrahán, sino la fe de este; por lo tanto, tampoco lo jugará en las relaciones
entre Dios y los descendientes de Abrahán. Lo importante para judíos y gentiles con
relación a la promesa es la fe.
Debemos reseñar que existe una diferencia fundamental
con Abrahán. En nuestro caso nuestra fe es becaria de un acontecimiento pasado, el
acontecimiento redentor de Cristo. Desde este punto de vista nuestra fe se alimenta de la
realización de la salvación que se sigue realizando en nosotros del misterio pascual de
Cristo. Bien es cierto, que esta salvación actuante en la historia y la vida de los
hombres es una anticipación de lo que ha de venir (al final de los tiempos). Por tanto,
nuestra confianza en Dios viene, de alguna manera, testada por la muerte y resurrección
de Jesús, mientras que Abrahán no tuvo esta realización tan importante que, de alguna
manera, significaba una anticipo de la realización completa de la promesa.
La última parte de este capítulo nos muestra en el padre de los creyentes un ejemplo de
confianza inconmovible en Dios Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería
padre de muchos pueblos (v18)
Abrahán
acogió la promesa desde esa humildad y confianza ante, lo que de suyo, es incomprensible,
inabarcable e inasible: el misterio de Dios.
Pablo asume la historia de Abrahán como clave para la
vida de los cristianos actuales, es decir, lo sucedido en estos hombres señeros de la
historia de Israel también es aplicable a la historia personal de cada cual; de modo que
esta salvación fundada en una adhesión incondicional al Padre se sigue repitiendo
Y sucediendo en el curso de la historia y la vida de
cada cual.
Pablo al final de este capítulo vuelve a repetir, lo
que ya de suyo constituía, de manera fehaciente, un cierto credo cristológico ya
establecido en la Iglesia primitiva: Entregado a la muerte por nuestros pecados y
resucitado para nuestra salvación.
Observamos como desde prácticamente los comienzos de la
predicación cristiana se tenía la clara conciencia
(al menos en el caso de Pablo) de la íntima unidad de la muerte y
resurrección de Jesucristo. Estos dos momentos del mismo movimiento están conectados
inseparablemente con la Pascua (momento fundacional de la comunidad cristiana) de Jesús y
la nuestra.
2.6. LA SALVACIÓN. (5,1-21)
2.6.1. ESTAMOS ACTUALMENTE JUSTIFICADOS POR LA FE EN
CRISTO. (5,1-11)
Este pasaje sirve de puente entre los dos grandes
bloques de 1,18-4,25 y 5,12-8,39.
Comienza el Apóstol por dejar claro que lo ya
anticipado con anterioridad (justificación por la fe) se dará realmente y está
garantizado por la obra redentora (la salud) de Jesucristo Justificados por la fe,
tenemos paz con Dios por mediación de nuestro Señor Jesucristo (v1)
En v3-4 Pablo nos remite a que esta gracia y esta
esperanza, dadas gratuitamente por Dios gracias a la obra redentora del Hijo nos permite
hacer frente a los avatares y pruebas de la vida, sabedores de que estas nos acrecentarán en la
paciencia y la práctica de las virtudes.
Nuestra esperanza tiene
su fundamento en el amor que ha derramado Dios en nuestros corazones por obra del
Espíritu (v 5). Este amor de Dios se
constituye como presencia activa del Espíritu en
nosotros (amor con que Dios nos ama y con que nosotros amamos a Dios), prueba de que
nuestra esperanza no quedará confundida.
La prueba suprema de este amor inmenso que Dios tiene a
sus hijos es el envío de su hijo a la muerte, a pesar de que eramos impíos (v6 y v8).
El Apóstol intensifica el acto supremo de amor del
redentor insistiendo en aunque por una persona buena alguien esté dispuesto a
morir (7); pero Cristo murrio por una humanidad pecadora. A la vez, en los
versículos siguientes, convierte esta situación en prueba fundamental para la confianza
de los cristianos, señalando de esta manera el tema central de esta perícopa Porque
si siendo enemigos Cristo nos reconcilió consigo
por la muerte de su Hijo........reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes
del Reino (V10). Efectivamente, cuando nos encontrábamos en un estado de profunda
enemistad con Dios, sometidos al imperio del pecado, Dios en su infinito amor nos
concedió la gracia de la justificación, llegando hasta la entrega de su Hijo a la muerte
por nosotros; ahora que la amistad con Dios ha sido restituida por esta obra redentora,
con mayor razón, debemos esperar recibir de Él la gracia de la salud final.
De lo Dicho en este pasaje por Pablo no debemos sacar la
falsa conclusión de nuestra certeza absoluta sobre la consecución de la salud final. La
justificación por la fe, consecuencia de la nueva economía salutis inaugurada por Cristo
nos permite confiar en un Dios que nunca dejará de ayudarnos (fuerza necesaria mediante
la gracia derramada por el Espíritu), pero la libertad humana puede arrojarnos nuevamente
a los brazos del pecado (injusticia y desamor), como el propio autor explicará en el
capítulo siguiente de esta epístola.
2.6.2. PASAMOS DE LA MUERTE, QUE NOS VIENE DE ADÁN,
A LA VIDA QUE NOS VIENE DE
CRISTO. (5,12-21)
Pablo, anteriormente se había referido a la
reconciliación con Dios que obtuvimos por medio de Cristo; ahora tratará de explicar el
origen de esta enemistad, estableciendo un paralelismo entre Cristo y Adán que
desarrollara de manera difusa a lo largo de toda esta perícopa. Esta comparación
antitética coloca al lector frente al dramatismo de una historia de salvación universal,
vista a través de los dos polos de la misma: Adán (el polo negativo, origen del pecado y
la muerte) y Cristo (polo positivo mediador
de la salud que procede del Padre).
En resumidas cuentas, Pablo desarrolla su explicación
bajo la tensión de la dialéctica pecado-redención; de manera que al viejo Adán
(responsable del pecado del mundo) se le opone un nuevo Adán responsable de la obra de la
redención y de la reconciliación con Dios (gracia).
Podríamos asumir que este recurso paulino (Adán
viejo-Adán nuevo) estuviera cercano a una cierta exégesis tipológica; siempre y cuando,
tuviéramos en cuenta que Adán es figura de Cristo por contraste no por semejanza
(prefiguración) y las propias influencias rabínicas que el apóstol tenía en estos
terrenos.
Toda la perícopa, tanto desde el punto de vista del
contenido como de la forma, es una unidad, podemos en la práctica realizar la siguiente
división: a)consecuencias de la caída de Adán (v12-14); b) beneficios de la redención
de Cristo (v 15-21).
Inicia el Apóstol esta perícopa con una prótasis
(v12) de una proposición a la cual le falta su correspondiente apódosis, dando lugar a
una anacoluto(v13-14). Este inicio no carece de importancia, ya que existían determinadas
desviaciones paragnósticas y espirituales en algunas comunidades, en virtud de las cuales
el origen del mal aparecía como algo problemático (viene del hombre, viene de Dios, de
una parte de Dios, es inherente a la materia etc). En este sentido, el Apóstol afirma
taxativamente que el mal entro en el mundo por la actuación del hombre. Por tanto, la
responsabilidad del pecado en el mundo se debe a la propia voluntad humana.
Pablo señala la consecuencia más terrible que
acompaña a la introducción del pecado en el mundo: la muerte.
A continuación Pablo nos indica que durante el tiempo
que media entre Adán y Moisés hubo pecado y muerte, pero esa muerte no podía ser
castigo de pecados personales, ya que salvo el precepto dado a Adán en el Génesis no
existía ninguna ley divina; por tanto, el pecado con que todos pecaron y que a todos
llevó a la muerte, en ningún caso puede referirse al pecado personal, ya que de este
tipo de pecado no se deriva la muerte, sino de algo relacionado con la transgresión de
Adán, que de acuerdo a algún procedimiento (que ha vuelto locos a la mitad de los padres
de la Iglesia: versus el obispo de Hipona) de complicada inteligibilidad, ha contagiado a
toda la humanidad (en una extraña solidaridad). Es decir, el responsable del desaguisado
es el archifamoso pecado original.
En el v13 aparece una referencia al periodo anterior a
la ley de difícil explicación: El pecado no se imputa al no haber ley.
¿Significa esto que el Apóstol pensaba que antes de la ley no había responsabilidad
personal en la comisión de un acto moralmente malo? En principio creemos que no; pero la
explicación se complica en el v14 Incluso sobre los que no habían pecado con una
transgresión semejante a la de Adán. En esta ocasión no sabemos si el Apóstol se
refiere a dos grupos de personas: los que han cometido pecados personales y los que no han
cometido pecados personales. En todo caso no parece este el sentido más apropiado, pues
la explicación entraría en un terreno casi irresoluble. Por tanto, lo más sensato,
mutatis mutandis, sería pensar que el autor se refiere a los hombres anteriores a la
promulgación de la ley mosaica, los cuales no podían (en lógica parda) haber cometido
transgresiones contra ninguna ley divina sancionadas con la pena de muerte, tal y como
Adán había hecho.
Debemos considerar que Pablo no parece referirse a la muerte sólo en su sentido físico y al pecado en
el sentido dado posteriormente bajo la forma de pecado original, sino en un sentido más
genérico y actuando en el mundo como una especie de fuerza maléfica personificada en el
mundo hostil a Dios y su reino que arrastra a todos los hombres bajo su poderío.
Pablo en continuación con la referencia tipológica de
Cristo Que es figura del que había de venir pasa a la segunda parte de la
antítesis, que es la que le interesa (15-21). Cristo es el centro de esta escena, en la
cual, a pesar del daño causado a la humanidad por la acción del primer hombre, el nuevo
Adán, superior en eficacia salvífica a los estragos ocasionados por el hombre viejo y la
incesante cadena de pecados en la cual ha caído la humana libertad, ha conseguido que la
gracia de Dios sobreabundara para todos. Pablo en el v16 concreta aún más lo dicho con
anterioridad: mientras que el pecado entró en el mundo por la transgresión de un hombre,
Cristo en su obra redentora tiene que borrar todas las transgresiones (a manta) que los
distintos hombres (pecados particulares) a lo largo de la historia de la humanidad han
cometido.
En el v17, siguiendo el mismo pensamiento, Pablo vuelve
a repetir la mayor potencia salvífica de Jesucristo, ya que por su obra la muerte fue
vencida y se establecerá el reinado de los justos.
Los v18-21, casi idénticos entre sí (con alguna
diferencia de matiz), constituyen una especie de resumen final sobre lo argumentado en
este pasaje.
2.7. EXHORTACIÓN. ( 6,1-23)
En esta primera parte del capítulo la idea principal es
que el cristiano, plenamente justificado por la acción redentora de Dios, y la gracia
sobreabundante, ha roto totalmente con el pecado (hombre viejo/hombre nuevo). Pablo pone
de relieve lo absurdo del pecado en aquellos que han sido insertados en el misterio
pascual de Cristo.
El Apóstol vuelve a plantear una objeción ya conocida
para sus lectores: ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?.
Para algún exegeta, partiendo de una exégesis literal, se puede llegar a la conclusión
siguiente: Pablo en esta perícopa plantea dos conceptos fundamentales (personajes), que
son el pecado (amartias) y Dios. Se establece, por tanto, una especie de lucha entre ellos
dos, concentrándose la escena en la muerte de Cristo y sus efectos vivificantes sobre
nosotros.
El pecado, entendido este como personificación del mal,
ha producido la muerte; es decir, ha sido la causa de nuestra muerte y de la de Jesús.
El v3 no significa, a juicio de algunos estudiosos, el
bautismo sacramental, sino el bautismo en la muerte de Cristo, por tanto, este bautismo es
la concrucifixión con Cristo producida a causa del pecado. Así en el v4 presenta
mediante otra plástica imagen nuestra incorporación a la muerte de Cristo Consepultados
con él , mediante el bautismo de muerte.En este versículo el Apóstol reitera la
idea anterior: Cristo fue sumido en la muerte a causa del pecado, pero el Padre eterno, en
virtud de su poder lo rescató de esta profundidad abismal, derrotando al pecado y la
muerte, siendo (en función de categorías paulinas que no alumbramos a hacer
inteligibles) incorporados a su muerte, recibiendo los efectos salvíficos de la acción
poderosa de Dios También nosotros caminemos en novedad de vida.
En el v5 Pablo, insistiendo en la misma idea, esta vez
bajo la imagen de la planta, afirma que gracias a la resurrección somos una nueva
criatura.
Otros estudiosos presenta una interpretación sacramental de la alusión al bautismo en este
texto.De este modo, piensan que Pablo está uniendo dos elementos fundamentales de la
doctrina cristiana: uno sacramental y otro cristológico. El cristiano en virtud del
bautismo participa de los efectos de la muerte y resurrección de Jesucristo. Por tanto,
el cristiano es un hombre nuevo que participa de esa vida nueva (salud) Nuestro
hombre viejo ha sido crucificado con Él, para que fuera destruido el cuerpo del pecado y
ya no sirvamos más al pecado (6).
Debemos plantear cierta puntualizaciones sobre esta
unión entre este bautismo y la pascua de Cristo que nos trae una nueva vida: el bautismo
al que se refiere Pablo puede adquirir dos sentido (en esta reyerta exegética):
entendiéndolo como bautismo sacramental, o como incorporación a la muerte de Cristo
acaecida por causa del pecado bajo la asunción del binomio pecado/muerte. Por él
quedamos unidos a Cristo y nos hacemos participes de su muerte y resurrección, siendo, de
una manera real, participes de esta vida nueva. Así, por la muerte de Cristo el hombre
viejo (esclavo del pecado y la concupiscencia) es muerto (con su cuerpo de pecado) . Con
esto Pablo no afirma que el pecado haya quedado eliminado del mundo y desterrado para
siempre, sino que en esta nueva economía salutis, la unión con Cristo (ya sea entendido
como bautismo sacramental o incorporación a la muerte de Cristo) nos permite tener las
fuerzas necesarias para reconquistar el terreno perdido por el señorío del pecado. La
redención traída por Cristo ha descargado al pecado de sus pretensiones hegemónicas, no
pudiendo (al menos en la misma medida) sobreponerse a la justicia divina.
El enigmático v7 , nos podría estar colocándo frente
a una personalidad corporativa, es decir, Cristo, que asumió la carne hasta la muerte por
causa del pecado, al ser rescatado de las profundidades de esta por la
acción
poderosa de Dios, transmite los efectos positivos de esta acción a toda la humanidad;
así en los v8-11 explica esta nueva situación: La incorporación a la muerte de Cristo y
los efectos salvíficos de su resurrección, lleva aparejada esta nueva vida Vive
para Dios (v10).
En el v11 se reitera lo anterior haciendo hincapié en
que esta nueva vida ha sido posible gracias a
la muerte y resurrección de Cristo, y a la incorporación de los cristianos a la misma
(no sabemos si se refiere a todo el género humano)
Concluye (v 12-13) el Apóstol con una exhortación a la
vigilancia para que el pecado (sea el cual sea el sentido que este tenga ) no vuelva a
enseñorearse.
Incluso después del bautismo (sea este entendido
sacramentalmente o como bautismo en la muerte de Cristo) el pecado puede reconquistar su
antiguo dominio sobre nosotros, pero, en estos momentos, la situación ha cambiado
radicalmente, ya que ahora, no nos
encontramos bajo la ley que indicaba el pecado y no daba fuerzas para evitarlo, sino bajo
la gracia que nos da fuerzas suficientes para eludir el poder del pecado.
Pablo, en la presente perícopa (15-23) sigue
insistiendo sobre la ruptura del cristiano con el pecado. Toda la perícopa es de tipo
exhortativo, desarrollándose en torna a la antítesis: antes nos encontrábamos al
servicio del pecado que nos llevaba a la muerte; ahora debemos estar al servicio de Dios
que nos da la vida.
Pablo entra en el tema de la perícopa, planteando una
objeción, de modo muy semejante a como lo había hecho en la primera parte de este
capítulo. La objeción esta basada en lo que el Apóstol acaba de afirmas en el v14
Pues no estáis bajo ley, sino bajo la gracia. Algunos habían reprochado al
Apóstol que al devaluar la ley se creaba la sensación de una libertad ilimitada. Esta
sensación provendría de la falta de sujeción a una norma positiva (precepto) , dejando
al hombre sin referente explícito (de carácter normativo) que limitase su marco de
actuación. Pablo ante esta acusación, como era su costumbre, responde rotunda y
rápidamente: el autor de la misiva nos quiere dar a entender que la nueva economía de la
gracia (justificados por la fe), como ya antes había dejado claro, no debe interpretarse
como la desaparición del mal, del pecado y de la muerte de este mundo y de nuestra
concreta realidad histórica y vivencial; el pecado es una realidad actuante en este
mundo, pero su dominio ha sido vencido, posibilitando al hombre nuevas fuerzas que le
permitan estar al servicio de la salvación
(v 18). Por lo demás, el pecado sigue igual en cuanto a su naturaleza y sus
consecuencias: Que os llevará a la muerte (v16).
Pablo en el v19 pide disculpas a sus interlocutores por
la crudeza de la comparación de la esclavitud, insinuando que lo duro del lenguaje
empleado es para que sea más comprensible; ya que el hombre debe compartir su vida con
alguien, mejor estar del lado de la salvación (Dios) que del lado del pecado (muerte).
Finalmente después, de algunas reiteraciones del mismo
estilo, Pablo, a partir del v23, utiliza una imagen sacada del mundo militar de su tiempo:
la muerte es el salario del pecado, mientras la vida eterna es un don gratuito de Dios.
2.8. LA VIDA NUEVA (7-8)
2.8.1. HEMOS SIDO LIBERADOS DEL REGIMEN DE LA LEY.
( c 7)
Pablo continúa un paso adelante en su argumentación.
Si ya nos había explicado que el bautismo y la nueva economía salutis suponían la
ruptura con el pecado, ahora nos explicará que también significa la ruptura con la ley.
Debemos ser cuidadosos sobre este particular para no
asimilar ambos términos; ya que el pecado no procede de Dios y la Ley mosaica sí.
El propio Apóstol, mediante los dos interrogante (V7 y
v13) que aparecen en el texto, parece querer indicarnos las tres partes en que se puede
dividir la presente exposición ( v 1-6).
Pablo, introduce el tema mediante una interrogante (ya
hemos observado que esto es común en Pablo).Esta podría referirse a alguna frase anterior que pudiese ser mal
entendida por sus interlocutores (6,14).
Pablo comienza con un ejemplo del derecho romano, y
aludiendo a la maestría en leyes de los romanos (recurso retórico). Una vez a
establecido el principio legal (la ley obliga mientras se esté en vida, pero no después
de muerto) introduce un ejemplo concreto sobre la ley matrimonial si el marido muere
queda desligada de esa ley(v3). Inmediatamente aplica el supuesto a la situación de
los cristianos Por la muerte de Cristo habéis muerto a la ley y ya podéis
pertenecer a otro (v4). Los cristianos, lo mismo que la esposa ha quedado libre con
la muerte del marido, por la muerte de Cristo hemos quedado libres de toda obligación con
una ley esclavizante. Pero esto no significa un salto en el vacío, ya que a partir de
ahora, estamos unidos a Cristo A fin de que deis buenos frutos (v5). Esta
conclusión parece, de alguna manera, recoger lo dicho en el ejemplo jurídico-matrimonial
expuesto por Pablo: lo mismo que la mujer, después de la muerte de su cónyuge puede
volverse a casar y tener hijos, así el cristiano al morir para el pecado por el bautismo,
puede incorporarse a otro ( Cristo), desligándose de la ley, pudiendo producir frutos
para Dios y la salvación.
Pablo establece dos épocas: una anterior a nuestra
incorporación a Cristo, y la consiguiente.
En v5-6 se refiere a ellas, caracterizándolas, de modo que nos percatemos de sus
diferencias.
En v6 Pablo finaliza su explicación con una nueva
antítesis: nuevo/viejo, espíritu/letra podemos ya servir a Dios según la nueva
vida del Espíritu y no según la vieja letra de la ley.
Observamos como Pablo prepara el terreno para el
siguiente texto, y como la oposición entre Espíritu y ley se oriente en el sentido de la
letra de la misma; es decir, la literalidad de la letra de la ley es lo que el Apóstol
critica.
Comienza Pablo (7,7-13) la descripción de un drama
moral que tiene como protagonistas a la ley, el pecado y un innombrado sujeto bajo el
pronombre yo. Parece que esta misteriosa utilización de un pronombre personal
de primera persona para ocultar la personalidad del sujeto real estaría, mas bien, siendo
utilizado como recurso estilístico, dando al relato una mayor dramatización. Por tanto,
no parece que este situación vaya en un sentido autobiográfico, sino en un sentido
salvífico, para así , caracterizar, de modo paradigmático, la experiencia íntima y
personal de todo aquel que busca la salvación.
Después de abrir el texto con la acostumbrada pregunta
¿Qué la ley es pecado? (v7), Pablo contesta con un taxativo De
ninguna manera; pero más adelante puntualiza no conocería el pecado a no ser
por la ley. Es decir, la ley me ha hecho conocer una determinada conducta o deseo
como algo malo que inclina hacia lo que Dios no quiere.
En el v8 explícita aún más: el pecado, antes de la
promulgación de la ley, estaba muerto, es decir, sin precepto el hombre no es consciente
de pecar, y sin conciencia de pecado el mismo no existe. Por tanto, la ley nos hizo
conscientes del pecado, y siendo consciente despertó la concupiscencia culpable de ir
contra Dios.
En v9-11, nuestro autor profundiza lo dicho con
referencia al plan salvífico de Dios. Lo expuesto en estos versículos no significa que
con anterioridad a la promulgación de los preceptos de la ley, y su conocimiento por
parte del pueblo de Dios no hubiese pecado. Para este menester bastaba la ley natural
impresa en el corazón del hombre; pero Pablo, haciendo abstracción de este aspecto,
ahora se centra exclusivamente en esta relación de la ley en su dimensión preceptual
como señaladora consciente de las conductas incorrectas (pecado).
Pablo, crítico con el papel salvífico de la ley, deja
claro nuevamente en el v13 que la ley no puede ser identificada con el pecado ¡De
ninguna manera¡, reconociendo la bondad de la ley. Esta habría fallado no por su
intrínseca naturaleza, sino por que ha sido instrumentalizada por el pecado. Nuevamente
nos encontramos con una concepción del mal un tanto antropomórfica (como
personificación del mal, fuerza maléfica). Esta fuerza maléfica ha desvirtuado el
sentido de la ley, colocándola al servicio de sus fines · "Para demostrar su fuerza
se sirvió de una cosa buena para causarme la muerte. Por lo tanto, podríamos
decir, que la ley, otorgada a su pueblo por Dios para un fin bueno, fue dislocada,
convirtiéndose por obra del pecado en un medio para la muerte Por medio del
precepto, ejerce hasta el máximo todo su maléfico poder y no para la vida.
En 7,14-25, Pablo insistirá en la fuerza destructora
del pecado, anticipándonos la antítesis (central en el capítulo siguiente) pneuma/sarx
Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido por esclavo al
pecado (v14).
Este pecado es el mismo al que se ha referido Pablo en
las anteriores perícopas, es decir, esa especie de personificación antropomórfica que a
raíz de la transgresión adánica entró en el mundo (cómo algo dependiente de un humano
acto ha llegado a ser una fuerza maléfica
personificada, es algo que desconocemos y que Pablo no aclara en ningún momento). Esta
transgresión no es un pecado personal de este o aquel hombre, sino un pecado general que,
de alguna manera, ha deteriorado de manera radical la visión moral y la libertad humana
(dañadas); pero cuando apareció la ley, este pecado tan genérico que había estado
hasta entonces en un estado parecido al
letargo (no entramos aquí en cuestiones tales como la ley natural etc), hizo consciente
al hombre, de una manera externa (normativa), sobre aquello que era pecaminoso y punible.
Lógicamente, un hombre tal, en este trance de elección elegirá en contra de Dios. Luego
en la ley no se encuentra la causa de este desorden, sino en el pecado, pecado que ha
sumido al hombre en una indigente condición en cuanto a su rectitud que no le ha
permitido un uso bueno de la ley.
La consecuencia de esta situación es trágica: nuestro yo se encuentra
dividido. De una parte tenemos un yo carnal,
inclinado al pecado; de otra un yo recto que aprueba y se deleita en la Ley divina
(v22-24) Porque me deleito en la ley de Dios según el hombre interior. Hasta
tres veces constatará Pablo, de manera consecutiva, esta contradicción humana entre el
querer (voluntad) y el hacer ( acto, o la direccionalidad del mismo).
La ley, por lo tanto, nos señala el camino, pero sin
darnos fuerzas interiores para perseverar en él; por lo cual esta ley no ha hecho, sino
aumentar el pecado ( por las razones ya dichas).
Pablo, por supuesto, no quiere que lleguemos a la
conclusión de que bajo el régimen de la ley no han existido hombres justo, pero esta
justicia no se ha producido en virtud de la ley, sino en virtud de la gracia.
Pablo ha llegado, pues, al umbral que pretende cruzar:
la ley era una fase transitoria de la historia salvífica, mediante la cual el hombre se
reconociera presa del pecado y necesitado de la salud de la que es Cristo portador.
2.8.2. LA VIDA DEL ESPÍRITU NOS ABRE A LA ESPERANZA.
( c 8)
En 8,1-17, llegamos al centro de la exposición que ha
venido realizando el Apóstol en torna a la justificación. Después de haber probado el
hecho y haber expuesto el aspecto negativo: reconciliación con Dios, liberación del
pecado y de la ley; Pablo, durante este capítulo, va a realizar una exposición positiva
de la justificación: la fuerza salvadora de Dios, la acción liberadora de Cristo, la
vida nueva como prolepsis de la gloria futura, la filiación divina por Cristo etc.
Todos los temas tratados en este capítulo tienen su
gozne en la acción del Espíritu. Recordemos que este capítulo se utiliza el término
ventiuna de las treinta y cuatro que aparece en toda la misiva.
Comienza Pablo este capítulo con rotundo No hay
pues condenación alguna (ouden katacrima) para los que están en Cristo Jesús. El
hombre, ya no se encuentra bajo el régimen de la ley, sino que por mor del bautismo de
muerte de Cristo ( todos hemos muerto con el por causa del pecado) hemos sido incorporados
a la nueva vida.
El angustioso grito del v24 de la anterior perícopa es respondido ahora con
un: fue Jesucristo el que nos liberó del dominio del pecado y la muerte.
Si la ley del pecado y la muerte condena al hombre, la
ley del espíritu nos libera de ellos dándonos una nueva vida Porque la ley del
espíritu da vida en Cristo (v2). Es evidente que en la expresión existe un
paralelismo implícito con la ley del pecado; pero, a pesar de esta claridad el término
espíritu entraña ciertas dificultades en cuanto a su sentido: hasta el
versículo 9 no aparece el término usado de una manera explícitas en cuanto a la persona
del Espíritu Santo, habiendo algunos exegetas que se inclinan por traducirlo (al menos en
alguna de la ocasiones en que aparece) como espíritu con minúscula; es decir, aquella
parte superior al hombre (recordemos la identificación indirecta con el nous que hacia en
párrafos anteriores Pablo) , en contraposición con la carne.
Debemos señalar que esta contraposición pneuma/sarx no
debe ser entendida en términos platonizantes, ya que el propio apóstol entiende las
facultades superiores intelectivas humanas (razón) en cuanto estas son movidas y actúan
bajo la acción del espíritu (pneuma).
En los v3-4 se explica la razón por la cual Cristo nos
liberó de la ley del pecado. Nos recuerda Pablo: Lo que era imposible para la ley,
a causa de la fragilidad humana . A continuación nos dice la manera en que Dios
puso remedio a esta situación de indigencia humana enviando a su propio hijo en
carne semejante a la del pecado (la expresión paulina es de difícil traducción
por lo cual es posible que esta no sea la más correcta). Finalmente, concluye el periodo
afirmando que debido a esta obra redentora de Cristo, nos es posible conducirnos
rectamente a condición de que vivamos no según nuestros desordenados apetitos,
sino según el Espíritu, cumpliremos la ley con perfección.
En el periodo anterior encontramos en v3b concentradas
tres afirmaciones fundamentales desde el punto de vista cristológico y soteriológico: a)
Cristo se encarnó realmente asumiendo todas las consecuencias del pecado y el mundo (
impecabilidad e impecancia como única diferencia en su asunción de la carne); b) que
vino por el pecado (peri amartias) a causa del pecado y para destruirlo; c) a través de
Cristo, Dios condenó (katecrinen) al pecado en la carne.
Esta última afirmación entraña en la expresión
condenación dificultades prácticas en orden a su sentido y significado.
Algunos entienden que esta condenación del pecado ha de extenderse a toda la encarnación
de Cristo (el cual había tomado carne no dominada por el pecado) ; otros reducen la
eficacia de la condenación del pecado en la carne a
la pasión y muerte de Cristo. Lo que sí parece claro es que la victoria sobre el pecado
es para todos los hombres, aunque el Apóstol no precisa como se produce. Podría (tomemos
esto con todas las prevenciones) estar dando por supuesto, que Cristo, como nuevo Adán,
representa a todos los hombres (personalidad corporativa) , y que por tanto, al tomar
carne, puede actuar en nuestro nombre, teniendo sus actuaciones consecuencias (en este
caso positivas) sobre nosotros.
Pablo en v5-8, insiste en la antítesis entre carne y
espíritu, de tal manera, que ahora señala las consecuencias práctica de la vida bajo el
dominio de uno u otro signo Las tendencias de la carne son muerte, mas las del
espíritu vida y paz (v6)
En el v7, aparece una caracterización de las tendencias
de la carne algo extraña No se someten a la ley de Dios), pero, debemos considerar
que Pablo entiende la carne, no en cuanto a la condición creatural ( co
mo criatura de Dios), sino en cuanto al dominio de ésta
por el pecado , en virtud del pecado original.
En el v9 Pablo se dirige directamente a los romanos
Mas vosotros no estáis en la carne, la consecuencia es clara: los que están
en el espíritu tienen en su interior El Espíritu de Dios habita en vosotros.
Por tanto, el estar en el espíritu tiene
como efecto la inhabitación del mismo en nosotros. A través de él Cristo está en
vosotros.
El v10 Aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, y el espíritu es vida a
causa de la justicia las expresiones no parecen muy claras, existiendo distintas
interpretaciones de la misma. Unos sugieren que la muerte producida por el pecado debe
entenderse en el sentido de la muerte corporal, y a
causa de la justicia como aquel efecto de la gracia que posibilita la práctica de
la justicia. Otros entienden la muerte del cuerpo en referencia a nuestra muerte mística
en el bautismo, mientras que a causa de la justicia sería entendida en un
sentido causal, en paralelismo con por el pecado; de tal modo, que la justicia dada por Dios sería la causa de la
vida espiritual (justicia comunicativa).
El v11 insiste en los efectos que la vida del espíritu
trae al hombre; siendo el más importante Dará también la vida a vuestros cuerpos
mortales.
Esta vivificación, imagen de la de Jesús, une (como
ocurre en ocasiones en Pablo) nuestra resurrección con la de Jesucristo. El Apóstol no
explica cómo se produce este proceso; es mas, las explicaciones del particular nos
colocan en el centro de una reyerta exegética , sobre la cual sólo diremos que existen dos soluciones
distintas, teniendo la opción elegida consecuencias profundas sobre las concepciones
teológicas paulinas: a) La interpretación sacramental del bautismo de muerte de Jesús y
expresiones similares; b) la interpretación
literal de determinada expresiones paulinas, entendiendo su muerte como acto producido por
el pecado, siendo todos los hombres salvados por la poderosísima acción divina que saco
a Dios y a todos nosotros del abismo del no
ser, venciendo al pecado y posibilitando la vida en el Espíritu.
Cualquiera que sea la opción elegida sobre la anterior
cuestión, ninguna de las dos interpretaciones puede hacer inteligible en categorías
teológicas paulinas cómo se desarrolla este proceso de incorporación a la muerte y la
resurrección de Cristo.
En el v12 Pablo exhorta a sus lectores romanos a vivir
según el espíritu y no la carne; ya que si caemos en esas tendencias sárxquicas ,
caeremos nuevamente en el pecado y su consecuencia la muerte, de la cual nos liberó
Cristo (v13).
Pablo prosigue señalando (v14) que Todos los guiados por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. En consonancia con lo dicho en anteriores versículos sobre
la acción del Espíritu en nosotros, el Apóstol insiste en esta relación de
consecuencia entre la acogida del espíritu y la nueva vida del espíritu.
En el v15 aclara una expresión del versículo anterior
que ya había sido utilizada en el AT :
hijos de Dios. Pablo insiste , en este sentido, en señalar la nueva relación
de los hombres con Dios gracias a la nueva economía salvífica inaugurada por Cristo con
su muerte y resurrección: antes la actitud de los hombres ante la divinidad era el temor
(psicológicamente hablando), ahora la actitud de los hombres, por mor de este nuevo
Evangelio, es de amor. Ya no es una actitud psicológica de servidumbre para con el amo la
que domina la relación entre Dios y el hombre, sino una nueva actitud amorosa dominada
por la imagen paterno-filial: Un espíritu de hijos adoptivos (v15).
En el v16 da testimonio el Apóstol de la acción del
Espíritu en nuestro espíritu, mediante la cual ambos se unen experimentándose esa
pertenencia a la familia de Dios.
Pablo llega a la conclusión que perseguía en el versículo siguiente. Mediante una comparación
jurídica, tan común en el modo de pensar semita, nos señala que si somos hijos de Dios,
lógicamente, también somos sus herederos. Como es de esperar, tanto la herencia como la
filiación con Dios nos vienen por la mediación del Hijo de Dios Coherederos de
Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también glorificados.
En 8,18-30 Pablo inicia este texto, señalando que en
nuestro camino hacia la glorificación con Cristo hemos de sufrir los padecimientos del
tiempo presente. A continuación, Pablo va
señalando, de modo ascendente, las razones de esa esperanza: a) la esperanza de la
creación, segura de participar en esta recreación futura (v19-22); b) nuestro propio ser
que se presiente para un fin mayor que el de la mera aniquilación (v23-25); c) el
Espíritu que ilumina y guía en la plegaria criastiana (v26-27); d) El Padre que es fiel
a su proyecto salvífico.
Pablo en este texto,
conecta la glorificación y el proyecto salvífico destinado al hombre, con
ese mundo que Dios creó para proveer sus necesidades.
Este mundo material y creatural ha sido sometido a la vanidad.
Al hombre, de acuerdo con el AT, se le había dado la
sujeción de todos los seres inferiores; por tanto, una vez sucedida la transgresión
adánica, esta afectaría, produciendo una dislocación en el orden natural de las cosas y
las relaciones entre este mundo material y el hombre. Pero el hombre, en virtud de la
mediación de Cristo ha conseguido vencer al pecado y sus consecuencias de muerte. A
partir de ahora, el hombre tiene fuerzas suficientes para combatir contra él y no caer en
sus redes. Del mismo modo, la creación merece superar el estado de dislocación en que la
ha sumido el pecado original.
Vemos como Pablo, recogiendo algunas intuiciones de los
profetas veterotestamentarios, explícita esta solidaridad entre el hombre y la creación
que le sirve de soporte, dando lugar a una especie de concepción
Cósmica de la salvación humana, incluyendo el proyecto
salvífico divino a la entera creación.
En los v28-30 ( cuarta y última prueba) nos da Pablo la
razón suprema de la confianza en el proyecto de salvación divino. En estos tres
versículos se contiene, en resumen, el mensaje central de la carta (la última razón de
la esperanza en la salud que se deriva del Evangelio que anuncia Pablo.
Se pueden distinguir, gramaticalmente hablando, dos
partes en este periodo: v28 y v29-30.Estas vendrían
enlazadas por la conjunción öti que convierte a la segunda parte en una explicación o
consecuencia de la primera.
En el v28 explica como todo esta en manos de Dios y nada
puede resistirse sabemos que todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios.
Prosigue el Apóstol con expresiones que han desatado toda suerte de comentarios sobre la
extensión de estas palabras de aquellos que han sido llamados según sus designios
: ¿El Apóstol se refiere una clase especial de cristianos o a todos en general?
En la tradición cristiana han convivido dos opciones
fundamentales sobre esta cuestión tan espinosa: de una parte la que concibe las palabras
de Pablo como referidas a todos los cristianos (cletoi ), es decir, todos los que han
recibido el don de la fe, respondiendo de manera positiva a la llamada de Cristo. Por
tanto, todos los cristianos son llamados, ya que la acción depende de Dios
que ha tenido a bien, en un acto eterno de su voluntad concedernos este don sobrenatural
de la fe. De otro parte, nos encontramos con otra interpretación selectiva de estas
expresiones de Pablo; así estos llamados por los designios de Dios serían un
grupo especial (elección-predestinación) en contraposición a otros llamados pero no
elegidos. Por tanto, nos encontraríamos que la llamada universal de Dios a la salvación
de los hombres, quedaría como una primera fase, que en ningún caso garantizaría la
salvación plena para todos (glorificación futura).
En la segunda parte de la perícopa (v29-30) la densidad
teológica es enorme: el Apóstol describe en cinco actos concretos la acción salvadora
de Dios. Estos se muestran en una sucesión lógica increcendo, de modo que el final será
la consumación de su proyecto salvífico en la glorificación final: a) presciencia; b)
predestinados a ser conformes con la imagen de Cristo; c) vocación a la fe; d)
justificación; e) glorificación. La prescencia es el previo conocimiento que Dios tiene
de todo lo que cuanto acontece (en cualquier plano temporal). En el caso concreto que nos
ocupa de los cristianos a que se refiere el v28. Sobre el sentido de esta presciencia, no
sabemos muy bien si va o no acompañada de un cierto amor o preferencia sobre a quello que
se conoce, aunque usualmente el verbo conocer tenga este matiz aplicado a la divinidad. En
cuanto a la predestinación, parece estar dirigida hacia aquello que previamente se ha
conocido; es decir, los destinatarios de este don sobrenatural de Cristo son los mismo que
previamente fueron objeto de la presciencia divina (entendamos bien que esta descripción
se realiza desde el punto de vista humano no desde el punto de vista divino que en,
ningún caso, admite divisiones en fases temporales). Pablo señala en qué consiste este
beneficio sobrenatural Los predestinó a reproducir la imagen de su hijo, es
decir, a reproducir en sí los rasgos de Cristo. Esta configuración con Cristo plantea
determinados problemas sobre cómo se produce: algunos han sugerido la posibilidad de que
la gracia y la filiación adoptiva, consecuencia de la muerte y resurrección de Cristo, constituyan, aquí y ahora, una verdadera
transformación que nos permita esta conformación con el Hijo; otros interpretan esta expresión en el sentido de la
glorificación final, en la cual nuestro cuerpo sufrirá una transformación radical como
la ocurrida en el cuerpo de Cristo.
Al final de la perícopa, El Apóstol simplemente
enumera una serie de actos, mediante los cuales Dios nos lleva a esa predestinación:
fe-justicia-glorificación (por razones de espacio eludimos un análisis más amplio sobre
el particular).
Una vez terminada esta afirmación de las razones que
sustentan nuestra esperanza, Pablo concluye esta sección central de la carta con un canto
anticipado de nuestro triunfo. En él señala claramente que, a pesar, de las
tribulaciones de este mundo debe confiar en el éxito final y el amor de Dios.
En el v32 El que no perdonó a su propio Hijo
, el Apóstol intensifica esta garantía en el plan salvífico y el amor de Dios, ya que
la propia divinidad no ha dudado en entregar a su propio Hijo para nuestra redención. Por
tanto, a pesar de la inmensidad de obstáculos y peligros a los que esta sometida la vida
de un cristiano este tiene un valedor importante en los dones (justificación y gracia)
dados por Dios. Así, los que viven en Cristo no deben tener miedo a la condenación
(v32-34).
Esta intercesión de Cristo ante el Padre eterno nos
permite una plena confianza en los frutos de la salvación, a pesar de ( v35-39) los obstáculos con los que el mundo trata de
apartarnos del amor de Dios y del amor de Dios en Cristo (v39). Pablo, a partir del v38
realiza descripción retórica de las fuerzas , más o menos hostiles, que pueden apartar
al hombre de este amor de Dios. Con un lenguaje sacado del humus cultural judío, el
Apóstol se hace eco de una serie de fuerzas contrarias al reino de Cristo: ni los
ángeles, ni los principados
.ni las potestades . Pablo prosigue con su enumeración ni la
altura ni la profundidad; con estas expresiones parece aludir a determinadas fuerzas
cósmicas, más o menos hostiles al hombre, de uso común en las cosmogonías antiguas.
Pero en todas estas tribulaciones y pruebas los cristianos saldrán vencedores
gracias a aquel que nos amo (v37). Parece que Pablo (v36), al aplicar el lamento del
salmista en este contexto, se anticipaba a las persecuciones que los cristianos de Roma
tendrán que sufrir en un futuro cercano.
-J.M Cambier; M. Carrez; Ch. Perrot: Las cartas
paulinas . Introducción crítica al NT.De Herder; Barcelona 1983.
-J. A. Fitzmayer: Teología de San Pablo.
Comentario Bíblico San Jerónimo; vol V. De Cristiandad ; Madrid 1972
-J.M Turrado: Comentario Bíblico, vol II ; Ed BAC; Madrid
1960.
-A. Wikenhauser y J. Schmid: Las cartas de Pablo.
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